domingo, 7 de febrero de 2016

Fraude, patologías y curiosidades de la ciencia (T11)

Leo con interés la documentación sobre fraude científico, concretamente tres entradas:

La primera, sobre el sesgo de publicación (la no publicación de resultados negativos), es bastante comprensible, en parte por lo que comenta la entrada del reparo para reconocer la propia incapacidad, y en parte por los intereses encontrados. Esto es muy frecuente en el ámbito de la medicina y la farmacología, ya que la mayoría de las investigaciones están financiadas y promovidas por la industria farmacéutica.

La segunda, sobre el plagio, deja bastante claro como el “publish or perish” se nos está yendo un poco de las manos. Una vez vi con mis propios ojos un artículo que había sido enviado a una revista y que resultó ser una traducción palabra por palabra de un artículo en otro idioma. En ese caso se detectó y no llegó a publicarse, pero lo que habrá por ahí que no sabemos.
En tercer lugar me ha gustado especialmente el resumen sobre malas prácticas científicas en la infografía creada por Clinical PsychologyLlama la atención que uno de cada tres científicos admite prácticas de investigación cuestionables, y uno de cada 50 admite falsificar o fabricar datos. La cosa se pone aun más interesante cuando no se les pregunta sobre ellos mismos sino sobre las prácticas de sus colegas: un 71% dice que colegas suyos han empleado métodos cuestionables y 14% que han falsificado datos. Además parece que las malas prácticas son especialmente comunes en el ámbito clínico, médico y farmacológico ( en lo que yo trabajo!). Nos habla también de las 3 categorías más importantes de malas prácticas: inventar datos, falsificar/distorsionar datos y prácticas cuestionables (“cocinar datos, conflictos de interés, etc.).

Respecto a esto recuerdo especialmente un caso al que llegué al preparar una sesión sobre vacunas, y que años después sigue trayendo cola. Se trata de un polémico estudio publicado en The Lancet en 1998 que vinculaba la vacuna triple vírica con el autismo. La propia revista se retractó y reconoció que era un caso de fraude deliberado en el que se engañó a los padres, se hicieron pruebas inconvenientes a los niños, se fabricaron resultados y se ocultaron deliberadamente intereses económicos. Creo que no puede haber ejemplo más claro de la magnitud de las consecuencias que puede tener el fraude científico. Después de aquel estudio comenzaron a aumentar notablemente los casos de sarampión en Reino Unido por la disminución de las vacunaciones, y aunque se descubriera después el pastel, fue uno de los mayores impulsores de los movimientos antivacunas. Si a alguien le interesa que haga una búsqueda de "Andrew Wakefield"; encontrará información para leer hasta aburrirse (y llevarse las manos a la cabeza).

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